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LOS PESEBRES

  • Foto del escritor: jramonvera
    jramonvera
  • 23 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

Estamos a pocas horas de empezar oficialmente la Navidad. Bueno, yo ya la empiezo esta noche con un amigo invisible. Hora de ser felices, estar con la familia, paz y amor...¡Una polla!

Los que me conocéis sabéis que no soy muy de fiestas, ni muy de pasármelo bien solo porque toca, porque así lo decide el señor Inglés, dueño de unos grandes almacenes de renombre. A las navidades las pongo en el mismo nivel que a San Juan, Carnaval o Halloween, es decir, como una tortura que hay que pasar.

A veces pasa que gente como yo logra aparearse y reproducirse. En mi caso, tengo una hija preciosa, inteligente, guapa y graciosa, todo por parte materna, por supuesto. Podría decir que, en términos de la evolución de las especies, mi hija es perfecta. ¿Perfecta? ¡Para nada!, la muy niña va y me dice caaaaaada año que quiere montar árbol y pesebre. ¿En serio? ¿tan a su madre ha salido? ¿tan mal lo he hecho en eso de despreciar las fiestas? Pues bien amiguitos, la respuesta es si.

Y mira, el árbol, tiene un pase, a pesar que cada vez que tengo que salir al balcón tengo que salir de perfil escondiendo barriga. Lo montas, lo disfrazas de Elton John, estás un mes sin mirarlo y lo recoges. Todo con mucho sentido. El pesebre me jode más, suele estar en un sitio visible de la casa y tienes que mirarlo. Cuando paso por su lado intento despreciarlo lo más posible y le giro la cara, pero siempre, en algún momento del día, se me olvida que está allí acabo observándolo, buscando la razón para que millones de personas lo monten cada año. Yo soy la cosa más bonita que le han pasado a mis padres, o eso suelo pensar a pesar de que cuando se lo pregunto a ellos directamente, esquivan mi mirada y se van a llorar a una habitación, y nunca han recreado con los clics de Playmobil mi nacimiento. Y eso que, como sabrán los que han nacido en el antiguo Hospital de Mollet, aquello era peor que un establo en Belén.

Vamos a analizar los pesebres como merecen. Para empezar, ¿alguien sabe la temperatura de Jerusalem un 25 de diciembre? Seguro que habrá ahora algún listo que dirá que lo sabe. Que lo sepáis listillos, sois odiosos, pero para mi tesis sobre portales de Belén da igual el clima, pero no la incongruencia climática. Dejando al margen los pesebres con nieve, que hay que ser lerdo, en un pesebre hay pastorcillos con sus chalecos de piel de borrego y casi siempre hay alguien calentándose al lado de una hoguera. Bien, podemos deducir con eso, que hace frio. Pues si hace frio ¿Qué coño hace el niño Jesús en pañales? Tápalo un poquito María, que tu serás muy virgen pero un poco hija de puta o mala madre si parece que lo eres. Y de lo de virgen, podríamos escribir un libro…pero ese es otro tema. ¡No! ¡calla! Que lo calientan la mula y el Buey con su aliento ¿en serio? Hace frio en la calle, el niño está en pañales, pero no pasa nada porque tenemos el aliento de dos animales, estamos salvados. Por no hablar de que al establo, una maravilla arquitectónica, le falta una pared, con la rasca que eso debe dar. ¿José no era carpintero y el establo no era de madera?, no hay más preguntas señoría

Más cosas, los reyes magos. Intento que mi vocación republicana no me ciegue pero es que no me lo ponen fácil. Vamos a dar por cierto que vieran una estrella, la siguieran y dicho astro les llevara al nacimiento de Jesús. Está bien, aceptamos barco. Se suben a sus camellos y recorren muchos kilómetros para llevarles presentes al niño. Solo hay un problema, los camellos están dirigidos por unos pajes que vienen andando desde el lejano oriente. ¡Andando! Nadie jamás ha representado a los ayudantes de los reyes subidos al camello, siempre van a pie. Puta monarquía. Además estos reyes le trajeron unos presentes al recién nacido. Ahora los regalos típicos suelen ser escuchabebés, calientabiberones, juguetitos, sacaleches o ropa, que bien le habría venido la ropa al pobre niño. Los reyes no, los reyes, con toda la magia de la que disponen, decidieron que le iban a llevar Oro, incienso y mirra. José y María se miraban desconcertados, claro. Después nos extrañamos que los reyes magos nunca nos traigan lo que pedimos cuando se hicieron famosos precisamente por eso, por cagarla con los regalos. Ya os digo yo, que Jesús jamás pidió mirra.

Pero hay más y las navidades se acabarían, así que voy a ir resumiendo. Baltasar era un rey mago que al parecer vino de oriente (Asia, para los de la Lomce) y era negro.

Al niños Jesús, palestino él, se le representa siempre rubio y con los ojos azules, como a Thor, solo que en esa época, en ese lugar, no parece probable una aleación genética judeo-noruega que nos lleve a pensar en que eso fuera posible.

¿En serio María y José no encontraron otro lugar mejor para parir? Los que tenemos más de 25 años hemos estado alguna vez en un establo y eso está llenos de mierdas y orines y huele fatal. El verdadero milagro de la navidad debe ser que el niño no muriera de una infección.

¿Lo más parecido al agua del rio es el papel de plata? ¿en serio?

Y por último, lo que más me llama la atención. En todos los pesebres hay un angel que sobrevuela el portal. Otro Thor. Pues bien. Los pastorcillos van a venerar al niño que está en el pesebre en vez de adorar al que vuela. Esto es inconcebible. Todos hemos visto recién nacidos, pero no rubios con alas voladores, ¿no les llamaba la atención?

Pues eso, que mi hija monta el pesebre cada año y yo cada vez me cabreo más


 
 
 

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