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Las bodas y yo

Se ha quedado una mañana estupenda para hablar de la figura nunca bien ponderada del mongolo (de Mongolia, no de VOX) Gengis Khan. Me apasionan sobremanera leer sus hazañas bélicas y cómo conquistó al imperio Jin, al norte de África, al imperio tanguta, al Kanato de Kara-Kitai, al imperio Corasmio y a la dinastía Song, pero hoy me ha pasado algo lo suficientemente atroz como para dejar las barbaries ocasionadas por las tropas de Gengis en una mera fiesta de cumpleaños infantil. Sí amiguitos, hoy vamos a hablar de LAS BODAS, ese evento que se ha inventado el demonio para dar salida a sus productos textiles y de complementos como los trajes torturadores o los zapatos de la muerte. Que el bípedo humano es imbécil es tan obvio como decir que un futbolista desgrava a hacienda. No aprendemos de nuestros errores y eso desemboca en quemaduras de tercer grado en la playa, GH15 o las bodas. Como tantas veces he comentado vivimos en una sociedad donde no se puede demostrar amor sin poner dinero de por medio. ¿Y qué mejor prueba de querer a alguien que obligándola a vestir de gilipollas y con un anillo caro en el dedo? Ninguna. Eso es amor de verdad... Digan lo que digan las estadísticas de divorcio entre la gente que se casa así, a lo grande. Una boda empieza un año antes cuando una pareja de amigos o familiares te dan un sobre. Son como los sobres del PP pero al revés, en lugar de recibir dinero, lo das, mucho. Una puta ruina. "Te invitamos a nuestro enlace", dicen... Mi concepto de invitar es distinto. Si yo digo "te invito a un café" es que te lo pago, no que me des dinero para convidarte y, además, obligarte a que vengas disfrazado de Julio Iglesias, con lo que vale un disfraz de esos. Tú único consuelo, si eres bebedor, es que te lo puedes cobrar en la barra libre del final del convite. Los abstemios como yo, ni eso. Después viene la despedida de soltero. Antiguamente se iba a cenar y a ver un striptis, pero ahora como somos supermodernos nos tenemos que ir, si tienes suerte, de casa rural, todos juntos, tanto la parte del novio como la de la novia. La probabilidad de ver tetas desciende considerablemente a no ser que le hagas tilín a la prima del pueblo de la novia, porque si vas con tu pareja, a la que os encontréis en la habitación, os ponéis a llorar y/o dormir de puro cansancio. Ahora se estila más lo de hacer mil actividades en un solo finde: karts, paintball, comer, scape room, cena, fiestuqui, desayuno, playa, comida y vicio a la Play para descansar. En ese momento no sabes qué es peor, si tú que te has gastado 300 euros en ese finde para campeones o el novio, que le ha salido todo gratis pero va vestido de bebé o torero desde el viernes por la noche. A ver, antes de entrar en materia debéis recordar que puedes formar parte de ese "selecto" grupo de invitados (el 83%) no deseados. Si los novios fuesen libres invitarían a unas 20 personas. Seguramente tú eres o la pareja de alguien a la que sí han invitado gustosos, o perteneces a la lista de invitados de los padres de los novios por el simple hecho de ser un familiar. Digo esto porque después no os sorprendáis de en qué mesa os han puesto. Simplemente se la pelas a los novios. Día del bodorrio. Nervios, incomodidad, misa larga, te pierdes yendo al restaurante y, gracias a Dios, la comida. Ahora es cuando por fin haces algo que sabes hacer, comer. Te quitas la chaqueta, te aflojas el cinturón y los cordones de los zapatos y empiezas a comer canapés como un animal. Recordad que si un camarero no pone una orden de alejamiento contra ti, es que no has comido suficientes croquetas en el aperitivo. Los novios suelen llegar muy tarde, así que tienes tiempo de cobrarte en gambas todo el mal que te han hecho en el fin de semana de la despedida de soltero. Llegan los novios, entras en el salón comedor y miras en qué mesa te ha tocado. Un horror. Es difícil hacer el reparto y solo hay una premisa: Mínimo un capullo y una loca por mesa. Piensa que si no ves al capullo o a la loca en tu mesa es que eres tú. Ya no puedes comer más pero no se ha escrito nada de cobardes, así que no paras de comer... Bueno, sí paras. Te ves obligado a menear la servilleta con cada plato que entra, festejando más de la cuenta la llegada de más comida. Dos platos, postre y café aguantando al compañero de trabajo capullo, y ya alcoholizado, del novio y a la loca de la prima de la novia, la que te tiraste en la despedida. Llega el momento mágico, el corte del pastel. Si os preguntáis porque se parte con una espada es que nunca habéis estado en una boda con tuna, donde cualquier arma blanca es bienvenida. Cuando parecía que ya habías acabado de soltar dinero, le cortan la corbata al novio y el liguero a la novia y lo "subastan". Todo el mundo a apoquinar de nuevo. Otros tres cubatas para compensar en la barra libre. Ahora también está de moda eso taaaaaaaan gracioso de que los tíos se pinten los labios y besen al novio. Os lo diré ahora que es viernes por la mañana y estáis sobrios... ¡Eso es una gilipollez etílica que no tiene gracia alguna! Y lo mismo para los miles de ¡que se besen! Empieza el baile... Si podemos catalogar como baile a los pasodobles. El caso es que al principio solo bailan las tías del novio, las amigas de la novia y la buenorra que nadie sabe de donde ha salido pero que está allí, bailando. También intenta bailar algún hombre mayor con kilo y medio de alcohol en sus venas. La gente se ríe de cómo baila, pero realmente resulta patético. Poco a poco empieza la música joven (triunfitos, despacitos, malumitas y mierdas por el estilo). Tus primas y amigas te preguntan si no bailas y tú les contestas que cuando pongan las buenas (mocedades, chiquilla, el Juntos de la gran Paloma San Basilio, Mi gran noche de Raphael, etc) y para tu desgracia... llegan. Ahora verá todo el mundo como bailas y piensas que te van a perder el poco respeto que te tienen... Pero nadie se fija en ti porque el borrachín del tito Manolo está haciendo el payaso, tu primo Juan Carlos se está enrollando con la buenorra, siendo la comidilla de los asistentes, la mitad de los adultos responsables buscan a un infante desaparecido que va de azúcar hasta arriba, los adolescentes ya están sentados enchufados al móvil y la mitad de las criaturas duermen recostados entre dos sillas. Has vuelto a pasar desapercibido pese a haber hecho el mejor "Moonwalker" de la historia... O quizás el segundo, que no me gusta exagerar. Llegas a casa cansado y con un dolor de pies tal que matarías por cortarte la pierna a la altura de la rodilla. Tu pareja necesita hora y media para quitarse todas las horquillas del pelo y desmaquillarse, así que decides no esperarla y atracas la nevera para comerte las sobras del día anterior porque te ha quedado un huequecito en el estómago. Al acabar los dos, morís en la cama, no sin antes calcular cuantos amigos casables os quedan y decidiendo que conocéis a demasiada gente y que hay que seleccionar más. PD: Lo bueno que tiene Roger Wilson, además de los dibujos como este, es que ya está casado y así me aseguro que no me invite. PD2: Esta reflexión puede contener trazas de realidad. Ningún capullo ni ninguna loca han sufrido daño alguno en el transcurso de esta investigación.


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