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La gordura y yo

Hoy iba a hablar sobre el descubrimiento que cambiará la vida de los humanos. Por fin he encontrado la puerta que abre los multiversos. La entrada a la totalidad del espacio y del tiempo, a todas las formas de materia, energía y cantidad de movimiento, a todas las leyes físicas y constantes que las gobiernan... Pero ahora mismo me habéis pillado contando los cuadraditos de mi tableta abdominal y he pensado que debería hablar de algo que preocupa más a los seres bípedos que la cantidad de universos existentes. Sí amiguitos, hoy voy a hablar sobre LA GORDURA, eso que tanto obsesiona a quien no la tiene.

Hace millones de años, los filósofos presocráticos se pavoneaban por la antigua Grecia, con sus cuerpos esculpidos con cincel, mientras hablaban sin parar de lo fabulosa que era su dieta rica en carbohidratos y de lo felices que eran con su crossfit y sus mierdas. Esta forma de malinterpretar la salud fue pasando de generación en generación y aún hoy hay millones de estos engendros humanos que cambiarían sin dudarlo una buena conversación sobre fútbol por un monólogo sobre vida saludable. Hay que huir de ellos si quieres pertenecer cuerdo, nunca olvidéis eso.

Lo primero que hay que saber de la gordura es que ni todos los gordos son simpáticos ni venderían a su madre por un plato de lentejas, aunque esto último, en mi caso, sea cierto. La gordura es un estado tántrico mental que sobrevive, como puede, al margen de los criterios estéticos del sr. Mango y la sra. Instagram. Pero... ¿Donde están los limites o limitaciones de los gordos, si es que los hay? Mi equipo de investigación y yo hemos desarrollado una tesis que cambiará por completo el mundo de las tesis, aunque solo sea porque la hemos desarrollado sobre donuts y con letras de chocolate.

Los alérgicos a la lechuga sabemos desde niños que Dios es un hijo de puta que ha creado a personas que comen como animales sin engordar y a otros a los que nos engorda el brócoli, aunque lo comamos en un bocadillo de pan integral y con mayonesa light. ¿Es justo? No, pero si Dios fuese justo las dietas serían a base de café con leche y magdalenas. Lo que está claro es que no puedes competir con él para ver quien la tiene más larga porque en eso él es un campeón. Los que hemos recibido las cartas para esta partida que es la vida manchadas de grasas saturadas y Nocilla no tenemos muchas opciones de salir de ahí. Tenemos menos futuro que un gimnasio sin espejos, así que nos agarramos a la dietas y al adelgazar como propósito de año nuevo como si de la última porción de pizza se tratase. Lo malo es que si eres de hueso gordo, o supergordo, y haces dieta, tienes que hacerla toda la puta vida porque, a la que te despistas, te levantas de un sofá lleno de patatas fritas, con la camiseta manchada de chocolate y migas de pan en la barba ¿Es sano hacer dieta todos los días que te quedan hasta que la muerte llame a tu puerta? La respuesta es sí, pero mentalmente mueres un poco por dentro... Sobre todo cada vez que oyes: "Uff, estoy lleno, no puedo acabarme el helado. Lo voy a tirar" o "No ceno porque me he comido dos manzanas para merendar y no me cabe nada más". Si esas manzanas no son rebozadas y rellenas de leche condensada, esa persona merece morir, eso es así.

Pero... ¿Quien decide quien es gordo? ¿la sociedad? ¿La misma sociedad que permite a los jóvenes ir con abrigo y pantalón corto? ¿la misma sociedad que permite que valga lo mismo un voto a Vox que uno a Carmena? La respuesta vuelve a ser sí. Hablando desde el punto de vista de la mujer, la más perjudicada de largo en este aspecto, hemos aceptado que lo estéticamente correcto es la talla 38, pero es mentira. Si preguntas a cualquier hombre te dirá que le gusta que haya "donde agarrar" y las curvas. Resulta que la delgada linea que separa a los ideales de talla 38 y a a las gordas mórbidas de la 40, la marcan 4 excéntricos locos, misóginos y gilipollas que hacen desfiles con palos de escoba de la talla 12 (a ojo) y se la pela si una chica de 16 años se fustra porque pesa 3 kilos de más. A los hombres también nos pasa, pero tenemos la suerte de que por lo general no nos juzgan a peso para, por ejemplo, encontrar trabajo. Aunque eso sí, las cosas como son... le dices a una mujer que ha engordado y eres un monstruo, se lo dicen a un chico y, al parecer, es una risa.

La ropa es otro tema a tratar. A los 20 años engordas 30 kilos de golpe, lo típico, y pasas a no caber en la ropa de una persona de tu edad. Tienes que vestir de viejo o con chándal. Desde aquí doy las gracias a Decathlon por sus tallas xxxl y 4xl, si no es por ellos iría vestido con túnicas hechas con las cortinas del Liceo. Las marcas guays de ropa, han decidido que mis 5 michelines y yo no somos dignos de llevar ropa de joven de moda. Algún día me cruzaré con el señor Pull o el señor Bear y les abofetearé con sarna, la misma con la que me comería un kilo de huevos fritos.

Y ya que nadie lo dice, lo voy a decir yo. ¿Qué está pasando en Instagram, que se está llenando de nutricionistas, asesores de bienestar y comerciales de Herbalife? 2 de cada 4 seguidores que tengo en esa red social lo son ¿Que piensa hacer el gobierno al respecto? Si les sigo a ellos... ¿Pierdo directamente 10 kilos o hay que hacer algo más? ¿Son peligrosos? ¿muerden? Si eres asesor de bienestar, pones morritos en los selfies, y te haces fotos bebiendo batidos de algas ¿te convalidan asignaturas en medicina?

Y voy a terminar porque es la hora del almuerzo, aunque hablando sobre las injusticias para con los gordos se me cierra el estómago y no puedo comer nada... bueno, un heladito sí me tomaría.

PD: El autor del dibujo, Roger Wilson, no está gordo (pese a que se ha puesto kilos en esta ilustración), está en forma porque hace spartans y esas cosas de locos. Aún así es tan simpático que parece de los que comen mantequilla a dos carrillos.


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