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Los gimnasios y yo

  • Foto del escritor: jramonvera
    jramonvera
  • 3 ene 2018
  • 7 Min. de lectura

Hoy me hubiera gustado hablaros del Bosón de Higgs pero estando en plena época navideña, donde la paz y el amor deberían reinar, he preferido no abrir la caja de Pandora que la llamada partícula de Dios suele abrir. Seguro que en estas fiestas ya habrá salido el tema y ya habréis discutido al respecto. Por eso voy a hablaros sobre un mundo nuevo para mí, lleno de criaturas misteriosas, seres mitológicos, bestias...en definitiva, una flora y una fauna que mi mente no ha podido nunca alcanzar a imaginar. Si amiguitos, hoy voy a hablaros de los gimnasios.

Saltan a la vista la redondeces de mi cuerpo, falto de flexiones, abdominales y ejercicios de cardio, así que en un principio no tenía material para hablar sobre el tema. Había oído leyendas y he visto varios documentales de la 2, pero todo carecía de consistencia científica. Por eso pedí a mi equipo de investigación que me hiciera un trabajo de campo, que recurrieran a la observación participativa, que se adentraran en ese mundo haciéndose pasar por personas que van a muscularse o para adelgazar y así contarme qué había de verdad en aquellas historias que cuentan sobre esos sitios tan espeluznantes. Periodismo de investigación del bueno, pensé. Con malas formas y algún gesto dáctil irrespetuoso para conmigo, su jefe, vinieron a decirme algo así como que una puta mierda para mí. Que preferían investigar sobre los refugiados en Siria, ya puestos a ir a lugares inhóspitos. Pero yo, que tengo cursados 3 años de sociología, estoy hecho de otra pasta, así que me lié la manta a la cabeza y fui...¡yo solito!...a ver que me encontraba allí.

Nada más entrar, se hace el silencio. Todos los ojos se ponen en mí y en mi ropa ancha y barata del Decathlon. No voy vestido con la vestimenta autóctona, ceñida y fluorescente, como el resto. Saben que yo no soy uno de ellos. Saben que yo soy de esos que se apuntan en enero, como propósito de año nuevo; en mayo, para la operación bikini o en septiembre, sabiendo que ha perdido el bikini de la operación de mayo y quieres resarcirse con casi un año de antelación. Ellos saben que soy de los que pagan la matrícula, van 3 días y no vuelve pese a que paga religiosamente cada mes los 35 euros de cuota. Lo dice mi ropa, mis michelines (a los que empadroné en tu casa hace 20 años), mi calzado nuevo y reluciente comprado para la ocasión y mi cinta en el pelo a lo Bjorn Borg, que por lo visto ya no se lleva. Huelen mi miedo. Me entran las dudas, meto barriga... Igual tienen razón y no soy uno de ellos.

Una vez mis tímpanos se acostumbran al chunda chunda de la música para jóvenes con la que se supone que me tengo que motivar, lo primero que hago es localizar a los machos Alfa e irme cerca de ellos para averiguar más. Es fácil localizarlos. Son los que no paran de hablar entre ellos, dando paseitos alrededor de las máquinas o mientras se miran al espejo y marcan músculos delante de él. Hacen 6 series de pesas en una hora, se duchan y se van. Son los putos amos. Se les reconoce rápido. Son los que tienen los brazos, las abdominales y los hombros llenos de bultos pero tienen piernas pequeñitas y sin músculos. Los que habéis leído Asterix en los Juegos Olímpicos sabéis de que hablo. Yo hago como ellos, me pongo en las máquinas, me pongo peso y empiezo a levantarlo...hasta que viene el típico listillo, un señor de 75 años, que difícilmente camina recto, a decirme que lo estoy haciendo mal, que donde yo pongo los pies hay que poner la espalda y que sea la última vez que levanto peso sin mirarme al espejo.

Cabizbajo ante mi primer fracaso decido buscar al monitor para que me haga un plan para estar como Hugh Jackman en un par de semanas. Al monitor lo reconoceréis porque nunca está, jamás lo encontrarás a la primera. Bueno, mientras espero a que venga decido mirar los cuadros con frases motivadoras: "las excusas no queman grasas", "me puedo caer 10 veces pero me levántaré 11", "Nunca me encontrarás, rendición", "el colesterol no podrá llevarte al lado oscuro si te aferras a un brócoli", etc... En realidad son las mismas que se ponen l@s niñ@s de 17 años en instagram mientras posan enseñando músculos, pechos o ambas. Viene el monitor y me enchufa a una cinta de correr para calentar. Me muero de ganas de decirle que los machos Alfa no han calentado y que yo quiero ser como ellos pero no quiero ser un chivato y que me aplaudan la cara a hostias los chicos que acaban de levantar 150 kilos. En las bicis estáticas, elípticas y cintas solo estamos los gordos y los abuelos pero como estoy allí para investigar, hago lo que me dicen y callo. Me pongo a correr y me encuentro cómodo, pero quiero ponerme cachas, así que meto en el cerebro una frase motivadora, "Tú eres tu mayor rival", y oye...me motivo. Acelero buscando ganarme a mí mismo, debería ser fácil porque no corro desde el 94. Mientras lo hago miro una tele donde ponen vidioclips que me interesa más oir que las música de tienda de Berska que está puesta. Es muy desconcertante oir una versión tecno del Despacito mirando el "Thriller" de Michael Jackson. Cuando mi reloj biológico me dice que ya he corrido los 15 minutos que me han dicho, miro el frontal de la máquina del infierno. Resulta que llevo 1 minuto y 35 segundos, que no puedo con mi alma y que una pájara (o bajada de tensión) sobrevuela mi ser como un buitre buscando carroña. He perdido contra mí mismo, ¡vaya puta mierda de frase motivadora! Mientras me desespero, la abuela que ya estaba corriendo a mi lado cuando llegué y sigue haciéndolo todavía sin sudar, me mira con cara de prepotencia y desprecio. Joder, tengo 40 años, que son los nuevos 30, esto tendría que estar chupado... ¿Por qué nadie me dijo que para hacer deporte había que ir enlegginado (vestido con leggins) y ser Said Auita?

Llorando me voy a casa. Sin duchar ni nada. No merezco quitarme ese olor a fracaso.

Mientras me consuelo con un bocata de panceta en mi casa recuerdo una de las frases motivacionales: "Nadie dijo que sería fácil, pero tampoco imposible". Me motivo. Le quito el queso, los pimientos y la cebolla frita al bocadillo y después de merendar hago 10 abdominales. Me siento el rey del mundo y creo que he adelgazado un par de kilos. Volveré al gimnasio. Ya no me para nadie.

Y vuelvo al día siguiente.

Decido tirarme por la sección de las clases de fitness con nombres de vidiojuegos de los 80: Body Pump, body combat, spinning, mortal combat, extrem-fit, GAP, TBC... El aerobic de toda la vida pero con nombres modernos. Ya llevo mallas y camiseta ajustada así que ya puedo dominar ese mundo. Aún así, decido dominarlo empezando por lo fácil, no sea que la realidad me de otra bofetada. Me meto en una clase llena de lo que, cabría esperar, marujas en busca de risas con sus amigas y poco más, mientras yo busco perfilar mi cuerpo todavía joven, todavía moldeable. Me he tomado un batido de proteinas asqueroso en sabor y consistencia pero que me da el valor suficiente para ponerme a bailar con las cincuentonas. Lo voy a petar, pienso.

Y no, tampoco domino esto.

No sé si habéis visto alguna vez bailar al ballet del Bolshoi, pero ya os digo que es una mierda comparado con la perfecció y sincronización de estas mujeres. De hecho, me tengo que tirar al suelo para poder aplaudirles bien. La piel de gallina. Que nivel. ¡¡¡Estas son las hembras Alfa!!! Pero claro, yo sigo pensando cómo es posible que no haya podido dar la talla si me había tomado el batido de proteinas. Al acabar, me recogen del suelo, me dan una palmadita en el culete y me dicen que lo he hecho muy bien para ser la primera vez... Y me lo creo. Necesito creermelo.

Con media sonrisa en la boca y sintiéndome un ganador me dirijo al vestuario, pensando que el trabajo de campo ha acabado aquí. Craso error. Entro en los vestuarios y flipo. Me viene a la cabeza la frase del genio que decía que la igualdad la hemos entendido todos mal, que el mundo se está llenando de mujeres que fuman y hombres que se depilan. Efectivamente, todos los hombres bien rasuraditos, paseándose en pelotas para que los vean bien y se mueran todos de envidia. Sabes quienes son los que llevan más tiempo allí porque son los que dejan la mochila más lejos de las duchas, para pasearse más rato y saludar a más gente. Los hay que hasta se afeitan allí en lugar de hacerlo en casa. Si se hicieran la mitad de carnicería que yo al afeitarse, no les dejarían los del gimnasio hacerlo...o solo en Halloween. Voy apuntando todo lo que veo hasta que viene uno de los machos Alfa que vi el día anterior y se pone, completamente desnudo cerca de mí. Levanto la vista para ver que quiere tratando de no mirar sus piernas raquíticas, su piel carente de bello, sus tatuajes bien perfilados ni sus brazos desproporcionados. "¿Tu eres ese que escribe? ¿Donde puedo pillar tu libro?" yo, cortésmente, le contesto pensando que alguien que me ha visto hacer el ridículo dos veces, tres contando el verme desnudo, quiere leer mi novela. Me estremezco. Está claro que no debo ir más, ya me haré runner o algo, pero no puedo volver allí. No puedo dejar ver mi Bosón de Higgs por un gimnasio si quiero que me sigan respetando.

Espero que en wallapop me compren las mallas y el medio batido de proteinas con sabor a plátano que me ha sobrado.

PD: todas las opiniones están hechas desde el respeto y el cariño y algunas veces solo contienen trazas de realidad...menos las opiniones sobre mí, que son reales y por ende, humillatorias... pero como las he soltado yo, me aguanto.


 
 
 

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