Los veganos y yo
- jramonvera
- 7 feb 2018
- 4 Min. de lectura
Mucho antes de inventarse las hamburguesas de tofu, el ser humano llevaba dando bocados a los animales desde que tuvimos pulgares oponibles para coger con las manos los muslos de los dinosaurios (soy consciente de la patada que le he dado a la historia pero este es mi muro y digo lo que quiero). Hasta hace poco todo iba bien y eramos felices pero desde hace unas décadas unas cuantas personas con plantaciones de acelgas decidieron que la única forma de dar salida a su stock era inventándose algo: un nivel de karma superior, un sentimiento que elevara a deidad a un manojo de laurel y/o una forma de afrontar la vida totalmente incompatible con la felicidad. Así, inventaron esta religión a la que llamaron veganismo.
Desde ese momento cada vez son más las personas que creen que no comer animales ni productos derivados de ellos (huevos, leche, etc) ni en los que un animal haya sido utilizado es la mejor forma de llegar a un estado tántrico, místico y lleno de paz al que yo llamo la siesta de después de un buen cocido.
A los veganos no es fácil reconocerlos. Se parecen a los votantes del Pacma pero no lo son. Tienen cosas en común con los vegetarianos, pero no son lo mismo. Parece que son de greenpeace pero no salvan focas... Es complicado. Solo después de estudiarlos aprendes a distinguirlos. Al principio buscas tristeza en sus ojos aunque se empeñen en sonreir, buscas gatos en sus casas o buscas en su nevera por si solo tuvieran coliflores y lechugas, pero no. Después de 13 años investigando he llegado a la conclusión de que a los veganos no se les reconoce, simplemente tienes que esperar y ellos ya vienen y te lo cuentan. Es fácil de entender su comportamiento. Seguro que tú piensas en que para qué sirve tirarse a Brad Pitt o a Beyoncé si no puedes contárselo a nadie. Ellos igual, ¿De qué sirve tanto sacrificio y mirar con ojos golosos el pollo a l'ast ajeno si no le puedes explicar al primer desconocido que te encuentres el porqué lo estás haciendo?
Los veganos son como los pokemon. Van evolucionando poco a poco hasta ser seres capaces de luchar de igual a igual en una batalla a muerte a ver quien habla más de lo suyo con rivales tan fuertes como son los independentistas, los escritores gordos y calvos con una novela que vender, los fans de juego de tronos, los que empiezan una dieta o los padres primerizos. Si entras en un bar y hablas con cualquiera de ellos te convalidan psicología, sociología y hasta es posible que Dios te de una palmadita en la espalda. Al principio un vegano es solo un niño que quiere tener un perro o un gato. Un día ese niño va al mercado con sus padres y ve en un escaparate 6 pollos desplumados y dos conejos sin piel y se viene abajo. Decide no comer carne pero como es un crio se le pasa la primera vez que va a un McDonalds. Ya de joven, posiblemente en su época universitaria (si la tuviera...que suelen tenerla) ven un día un reportaje sobre como viven los pollos en las granjas o qué les hacen a los patos para poder hacer paté. Aturdido, vuelve a no comer carne y como ya es mayor y nadie le obliga a comerla, pues se hace vegetariano. Hacerse vegetariano implica, aunque no obligatoriamente, odiar las corridas de toros y predicar la paz en el mundo. En este momento es un oso panda humano...que sigue evolucionando. Sin saber ni cómo, su cerebro se convierte en Pandora, el mundo de la peli Avatar. Empieza a comer alimentos acabados en "la" como semillas, féculas y sémolas sin siquiera preguntar qué son. Se indignan con el resto de humanos por ser humanos y le mentas a la mamá de Bambi y se vuelven locos...hasta el punto de comer coles de bruselas y justificarlo. En ese momento se han convertido en una gran masa verde y sana donde no puede entrar ni un centímetro cúbico de colesterol. Eso ya sí es un vegano tipo. Llegados a este punto, ya no pueden retroceder. Ya están enganchados, son unos yonkis de la hierba...la que no se fuma, quiero decir (o de las dos, quien sabe). Aunque aún les queda una fase evolutiva, quizás la peor de todas, la que yo llamo Vegano Premium. La fase en la que se convierten en runners, ven la 2, hacen un viaje a la India para conocerse a ellos mismos, practican Reiki para sanarse los chacras y adoptan una rinoceronte albina africana al que destinan 65 euros al mes y a la que llaman Maricarmen.
Lo peor de ser vegano es que se sienten solos. Necesitan alguien con los que hablar de sus batidos de brócoli, sus empanadillas de soja y de lo horrendo de vestir pieles. Son como Frankestein, que solo quiere y necesita una compañera con la que hablar (y/o copular) que no se asuste al estar con él. Los veganos igual, solo quieren alguien que no se asuste al estar con ellos, por eso dedican toda su vida a captar posibles veganos y para ello no paran de hablarte al oido de cosas verdes (verdes de espinacas no de guarrerías sexuales) y de lo malas que son las grasas trans mientras tú apuras tu bocadillo de panceta, imposibilitándote, con su discurso, el orgasmo. El día que consiguen meter a alguien en su secta se vuelven locos de contento y se comen una chiribía. Al decir loco de contento no me refiero a una enagenación mental transitoria, me refiero a volverse loco en plan cuando sales con tus amigos y suena "Chiquilla" o el "Juntos" de Paloma San Basilio y te desmelenas. A esa locura me refiero.
Después están sus alimentos, entre otros el Tofu y el Seitán. Que sí, que seguramente con bacon, jamón o en caldereta de cordero estarán sublimes pero... ¡¡Es que ellos no le ponen de eso!!...y por cierto...¿Qué cojones es el Seitán?...¿de dónde sale el tofu? En fin, que los pobres están a dos algas de comer comida macrobiótica ¡¡Sin que nadie les obligue!!
A veces creo que son unos adelantados a su época pero después veo un solomillo y se me pasa.
PD: esta reflexión puede contiener trazas de realidad. Ningún vegano ha sufrido en esta investigación (salvo a la hora de comer, que se maltrataban ellos solos)

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