Los servicios públicos y yo
- jramonvera
- 21 mar 2018
- 4 Min. de lectura
Desde el principio de los tiempos el hombre ha sentido la necesidad de mear fuera de la taza, por eso creó los lavabos públicos. Orinar fuera de casa saca el animal que llevamos dentro y ese animal es el primo guarro del ñu. En el propio hogar también, pero creedme, no es igual. Los hombres en casa tratamos (aunque sea vagamente) de apuntar. Después de 30 años investigando he llegado a la conclusión de que es una forma inconsciente de marcar territorio, como los leones. "Este bar lo meo bien y pasará a ser mío". Lo malo es que la naturaleza no nos ha dotado del olfato suficiente para decir "aquí ya ha meado Juan. Me voy", y esto hace que todos tratemos de señalizar cuales son las tierras en las que nuestro subconsciente cree que somos los machos Alfa.
Os voy a explicar, paso a paso, cual es el rito de micción del hombre medio para que veais cómo va esto. El hombre, entra por primera vez en un servicio y lo primero que hace es asegurarse una y mil veces de cual es el cartelito correcto dada su condición de varón y dada la condición de "hijodeputaquevaapillar" de los creadores de carteles de servicios. Una H de hombre (nunca de hembra, que también lo he visto) y M de mujer debería ser la única opción. Al abrir la puerta te alivia ver los urinarios, así sabes que estás en el sitio correcto. Un charquito debajo y pelos púbicos dentro (con alguna colilla de tabaco), también son bastante esclarecedores. Para l@s que mean sentad@s solo diré que salirse en un urinario es imposible aunque mees desde wisconsin, pero dada la capacidad del hombre para superarse, también hemos eliminado esa barrera. Es tan difícil salirse que resulta incomprensible que no haya urinarios en los hogares, la de discusiones que nos ahorraríamos. A la hora de ver hombres meando veréis el que se acerca mucho y no deja ni una rendija por la que ver nada. Estos tienen mil complejos, no voy a profundizar en cuales. Después está el que tarda 20 minutos, regodeandose en su propia necesidad fisiológica. Es muy posible que silve y que se la aguante con una mana mientras la otra la pone en sus riñones, flexiona ligeramente las rodillas y mira al techo. Este último especimen es un profesional. Alguien que disfruta haciendo lo que hace. En las tazas es mucho peor. Muchos se acercan para orinar dándoles igual todo. Otros mean desde la puerta para no mojar sus zapatos e ir dejando huella por todo el bar. Estos son los causantes del centímetro de líquido del suelo (más lejos, más difícil acertar) aunque son los que más se quejan...como casi siempre. Por supuesto, nadie tira de la cadena. Lo de lavarse las manos después es una leyenda urbana. Solo el 2% de los hombres han evolucionado y lo hace. El resto solo se lavan las manos si hay más gente haciendolo, por el que dirán. Algunos piensan que es más antihigiénico tocar un grifo que han tocado mil hombres después de mear que el hecho de no lavarse las manos. El debate está en la calle. Por último, el peor momento de todos. Abres la puerta y el pomo está mojado. Mil pensamientos se amontonan en tu cerebro en décimas de segundo: ¿mojado porque el anterior señor se ha lavado las manos sin secarse? o ¿mojado después de no haberse lavado las manos? con lo que eso implica... Decides no pensar y secarte dignamente en las cartucheras de tus vaqueros.
Desde la puesta en marcha de la ley antitabaco, la que prohibe fumar en los bares, los servicios públicos hacen las funciones de fumadero, añadiendo al hedor a orín ese olor a tabaco tan desagradable. Según ha podido saber mi equipo de investigación esto explicaría el porqué nunca hay papel en los servicios públicos (o si hay, está totalmente mojado, vete tú a saber de qué). La gente se hace cigarrillos con el papel higiénico. No puede haber otra explicación.
Cuando viajas por Europa descubres que los humanos europeos son igual de guarros que los humanos ibéricos. Sus lavabos huelen igual y tienen un aspecto parecido. Bueno, en Amsterdam la diferencia está, basicamente, en que los urinarios los ponen a la altura de los holandeses y los españoles medios no podemos llegar, pero todo lo demás es exactamente igual: mismos charcos, mismos carteles ambigüos, mismos pelos púbicos...(en Amsterdam no alcancé a verlos por la altura de los meaderos, pero me imagino que habría y que serían rubios) Yo soy muy fan de pagar por mear en lavabos públicos. Vengo de un país donde se cobra por la energía solar, por circular, por un papel que diga que puedes vivir en tu piso, etc... Me parece lógico pagar por hacer mis necesidades, me han educado así (tiro de fina ironía, que conste en acta). Además pagar te garantiza, en teoría, que los servicios estén más limpios, aunque a mí, encontrarme como a veces me he encontrado, a una mujer con un mocho esperando a que acabe...no sé...me corta el rollo. Tengo vejiga tímida, no puedo mear si me miran, pero ¡maldita sea! ¡He pagado por hacerlo! También en Amsterdam, en un McDonalds, me encontré (esto es cierto) en la puerta del lavabo a una adorable anciana que tejía tapetes detrás de una mesa camilla con faldón mientras te cobraba por entrar a mear y te vendía papel higiénico. ¿no me digáis que esto no es precioso? Exijo ancianas con tapete en McDonalds, discotecas y pubs. El mundo sería mucho mejor. Pero si hay unos lavabos públicos que me desilusionaron son los de EudeDisney. Se humedecieron mis ojos porque esperaba unos sitios rosas, llenos de luz y color y donde se pudiera comer en sus magestuosos suelos de marmol...hasta unicornios pensaba que vería mientras meaba. Exagero si digo que esperaba ver, dada su esperiencia en lavabos de hombres, a Blancanives limpiando con sus pajaritos y sus conejos, pero no sé.... Se me cayó un mito. En Eurodisney no deberían oler las micciones ni las deposiciones.
Pd: esta reflexión puede contener trazas de realidad. Ningúna anciana tejedora de tapetes ha sufrido daño en el transcurso de la investigación.
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