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La playa y yo

  • Foto del escritor: jramonvera
    jramonvera
  • 9 abr 2018
  • 6 Min. de lectura

Buenos viernes a todos. Hoy me he despertado dispuesto a hablar de mi amor secreto. De una pasión que comparto con alguna de mis primas más jóvenes y que me da la vida cada vez que lo practico: el twerking. Sin embargo, mi equipo de investigación me ha hecho ver que si la gente se queda con la imagen de mi culo tratando de seguir el ritmo de la música puedo joderles el fin de semana y que encima me pierdan el poco respeto que ya me tienen. Así que como no puedo hablar de lo que más me gusta en este mundo, hablaré de lo que menos. Sí amiguitos, hoy voy a hablaros de LA PLAYA, lo peor que le ha pasado a la humanidad. Peor incluso que el nacimiento de mi jefe o que la película "La Delgada Línea Roja".

No descubro nada si digo que fueron los etruscos los primeros que decidieron mear en el mar y llamar a eso vacaciones. Desde entonces la humanidad ha ido perfeccionando y puliendo sus días de playa hasta asegurarse que a mí me moleste sobremanera.

Un día de playa empieza generalmente cuando alguien te anuncia unos días antes que quiere ir. Desde ese momento dejas de dormir y empiezas a beber. Rezas la danza de la lluvia para ver si algún Dios te hace caso, pero no. Estás solo en esto. Te comes el día de playa por amor a tu mujer y tu hija, a las que incomprensiblemente no has sabido transmitirles la irracionalidad que eso representa.

"Esperemos que haga buen día" dice alguien. Traducido a mi idioma significa "ojalá haga tanto calor que sintamos la necesidad de arrancarnos la piel a tiras para hacernos un abanico y después comernos el abanico para poder morir". Efectivamente hace buen día. Viva, bravo y hasta hurra.

Quedas a las 11h con otras personas pero salís a las doce y llegáis a la playa a las 13, con la fresquita. Aún no has puesto un pie en la playa y ya sientes como un melanoma de esos te está tatuando "gilipollas" en la piel. 6 millones de personas han venido a recibiros. La arena arde y a nadie parece importarle. Te empiezas a quitar ropa mientras el viento se lleva tu toalla (que se llena de arena), y cuando por fin domesticas tu toalla descubres que se te olvidó cortarte las uñas de los pies, que tu mujer te ha atacado por la espalda poniéndote crema helada y que tus antiguamente famosos pectorales de Espartaco ahora son tetas que te dejarán moreno paleta en la barriga (imagen desoladora donde las haya).

"Que fresquito se está en la playa", dice alguien. Traducido a mi idioma significa "qué calor que hace, me cago en la puta, si lo sé no vengo pero no puedo admitir que me he equivocado. Voy a decir alguna gilipollez referente a lo fresquito que se está para reírme un rato de estos imbéciles". La gente se empeña en asegurar que en las playas se está fresquito o que la playa ayuda a pasar el calor. El capítulo de Barrio Sésamo acerca del frío y del calor solo debí verlo yo. Más de 30 grados es incompatible con la vida y el bienestar. Vale, sí, el agua está fría pero a los 2 minutos de salir ya te quieres morir otra vez. Tan malo es el calor y el sol que tienes que ponerte crema, como cuando tienes un herpes. Crema=caca, esto es de primero de felicidad.

"Que buena está el agua", dice alguien. Traducido a mi idioma significa "está fría de cojones. Vas a pasar de 45 grados de la arena a -15 del agua. Es posible que ese cambio térmico te mate". Aún así entras. Te quitas las gafas y ciego perdido tratas de meterte en el agua por algún sitio azul, eso significa que no hay gente. Cuando ya has metido la barriga en el mar y has hecho unos patéticos intentos de hacer el pino y de flotar haciéndote el muerto, te quedas un rato en el agua tratando de decidir si seguir pasando frío o morir achicharrado, hasta que te das cuenta de que llevas un minuto quieto y que la gente va a pensar que estás meando... Y sales del agua. Que sí, que estabas meando, pero no te gusta que la gente lo piense. Achinas los ojos tratando de buscar tus toallas y sacas tus 110 kilos del agua lo más dignamente posible pero a años luz de como lo hacen las chicas Bond. Además, no encuentras el campamento base hasta que alguien no te dice "Jose...aquí " y tratas de seguir el sonido de esa voz. Con 6 dioptrias todas las espaldas tostadas al sol son iguales, tanto la de Miss Universo como la de mi abuela.

Te estiras en la toalla que está llena de arena, el agua se reabsorve en 5 segundos y te pones las gafas para saber si a tu alrededor, aquellas espaldas eran de abuela o de Miss Universo... Y de paso mirarles las tetas. Aunque la escusa de ponerte las gafas (a pesar de que luego dejen marca) es poder vigilar a tu hija, mucho mejor visto por el resto.

Por fin alguien dice de ir al chiringuito. Estos lugares son igual de terroríficos que la playa en sí pero al menos te puedes sentar en una silla de plástico ardiendo, puedes estar un rato a la sombra y los bebedores de cerveza pueden tomarse algo fresquito. Como los cerveceros son el 98% de la población adulta nadie ha hecho cuentas de la suerte que tienen, que todo gira en torno a ellos. Pides una cerveza y una coca cola y el zumo de cevada (¡y la copa!) están helados. Perece un granizado. Mientras que la coca cola está, en el mejor de los casos, a temperatura ambiente (40 grados). Si tienes suerte en el chiringuito es posible que os pongan un vaso de plástico y un trozo de hielo para infusionar en el "refresco". Al final te pides un café a pesar de que sabes que, en los chiringuitos, el agua utilizada para ello es el sudor de una sirena recien pescada en un puerto industrial y que va puesta de coca y petroleo hasta las cejas. De ahí el sabor asqueroso del café chiringuitero. Ojo... Tiene su mérito pescar sirenas, pero no estamos hablando de eso ahora. Café horrendo y cerveza fresquita: 22 euros.

Hora de irse. Gracias a Dios. Suponiendo que no te hayas quemado, que no te haya echado dos kilos de arena un niño corriendo, que te hayas comido el bocata sin arena, que hayan pagado los amigos lo del chiringuito, etc, etc... Sigue siendo un día de mierda, así que irse debería estar bien. Pero no. Obligar a un niño a salir del agua, quitarse la arena y peinarse ya es de por sí una experiencia suficientemente asquerosa como para ahorcarte y que todo el mundo lo entienda, pero hay más. El coche está a temperatura del nucleo de la tierra y el del parking te pide un riñón y la propina, pero estás tan contento por irte que solo le insultas un poco.

Al llegar a casa, por fin toca ducharse y quitarse la arena, el salitre y todo lo que pueda recordarte a la playa. Te sienta de maravilla. De repente, tu señora esposa a la que el 97% del tiempo quieres con locura entra en enajenación mental e insiste en ponerte after sun. En una pelea a muerte entre tu mujer y tú nunca ganarás, así que te pones la crema que está fría como su puta madre y que te deja pringoso una hora (no te puedes empotrar en el sofá porque lo manchas). Cuando todo parece acabar y te metes en la cama, descubres arena metida en los pliegues del escroto. Entonces te arrodillas mirando al cielo, abres los brazos y gritas un gran NOOOOOO que Dios no puede oir porque se está riendo.

Conclusión: habría que alicatar todo el litoral y poner cemento donde hay arena. De nada.

PD1: sí, soy consciente de las 8 refencias a la muerte en este texto sobre la playa. Me habéis pillado de buenas.

PD2: esta reflexión puede contener trazas de realidad. En esta investigación yo he sufrido bastante daño, físico y mental.

 
 
 

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