Los ricos y yo
- jramonvera
- 17 abr 2018
- 4 Min. de lectura
Se habrá dado cuenta el lector que bajo el chandal que suelo llevar hay una gran cantidad de biomasa. Esa cantidad indecente de colesterol en vena podría ser causado por mi glotonería pero no. Se debe a la capacidad de vender libros, cosa que me ha convertido en alguien lo suficientemente millonario como para comer postre en los restaurantes. Así que hoy, amiguitos, voy a hablaros de LOS RICOS, esos seres que siempre salen malparados en la cultura popular pero que les da igual porque son beneficiados por el Partido Popular y eso, que no lo olvida nadie, sí que es guay.
Desde la época de los dinosauros y los dragones el hombre siempre ha deseado tener más que los demás: más comida; más fuego; más ruedas, más tierras; más oro; coches, tetas y penes más grandes que el resto o más puntuación en el tetris. Viene en el ADN humano. Tener de algo más que nadie nos empalma el alma. Esto es así. Y en ese sentido los millonarios van a tope de viagra espiritual.
A una persona rica no es fácil reconocerla a simple vista. Se parecen a ti: son bípedos, escuchan a Bisbal, creen en Messi, se masturban, mean en el mar y comen palomitas cuando van a ver Star Wars... Sin embargo hay algo que les diferencia ¿su porte elegante? ¿La seguridad en ellos mismos? ¿el moreno paleta del esquí o del surf? ¿El polo Lacoste? No. Las diferencias son básicamente dos, por un lado la sonrisa (más sincera, más placentera y más cara. Superior a la tuya) y por otro, que no van al Mercadona los sábados.
Ser rico es... Como lo diría sin parecer asquerósamente feliz y no molestaros... Ser rico... es no madrugar; ir a desayunar a un bar y pedir un zumo de naranja natural de a 5 euros el chupito sin que te de un tic en el ojo al hacerlo; ser rico es no morir de un ataque al corazón cada vez que el coche hace un ruido raro; es poder viajar en Ave para buscar la más selecta y excepcional sal Maldon; ser rico es poder moverte por la periferia de BCN en transporte público (yo no conozco a nadie tan rico como para permitirse este capricho pero tengo amigos que aseguran haberlos visto); ser rico es comprar en el Corte Inglés mortadela de la buena o poder usar aceite de oliva virgen extra sin que se te caiga el pelo del estrés (efectivamente, esa es la razón de mi alopecia). En definitiva, ser rico es sacarse un Master presencial sin hacer acto de presencia.
Desde que vendo libros y mi estatus ha cambiado hasta el punto de no tener que traficar con mi único bien preciado: mi sangre 0-, la vida es mucho mejor. Tengo un montón más de amigos, me he comprado una isla griega a la que he llamado hipoteca, las chicas esas que se quitan parte de su cerebro y se lo ponen en las tetas y en los labios hacen cola en mi cama, marco yo los cánones de belleza y las marcas intentan que yo vista sus prendas (tranquila Quechua, no te dejaré tirada. Soy rico, no gilipollas)
La gente te escucha aunque digas gilipolleces y es posible que hasta ganes unas elecciones en un país como EEUU o que consigas que pongan un aeropuerto en un sitio donde no lo necesiten... Eres rico, ¡puedes hacer lo que quieras! Puedes incluso ir a una pizzería y pedir una pizza barbacoa que no sepa a salsa barbacoa y que le pongan piña, que te la hacen. Intentad hacer eso siendo pobre, a ver qué pasa.
Pero no todo es tan bonito. Hay cosas malas. Mis amigos (los de toda la vida... los pobres) me han dado de lado. No quieren jugar conmigo al golf y nunca les va bien comprarse mansiones cerca de la mía. Siempre ponen excusas. Mi mujer no para de putearme para ver si me canso de ella y pilla cacho en un hipotético divorcio. Lo último que ha hecho es tirarse al que nos limpia los cristales delante mío y decirme que limpie yo las 752 cristaleras de la casa. Que me engañe... ¡vale!, pero lo de los cristales si que no. De todas maneras cualquier día de estos se sale con la suya. Otra cosa mala es lo agobiante de pensar todo el día en cómo invertir mi dinero. Ahora me han hablado de un negocio que no puede fallar, meter pasta en una fábrica de yogurteras. Seguro que sale bien, tengo el dinero por castigo. Otro problemón, la piscina... Se me ha quedado pequeña para todos los amigos de mi hija y eso que, junto a la gran muralla china y al pelazo de Puigdemont, es lo único que se ve desde el espacio. Ahora quita todos los barcos y haz obras. Con lo bien que yo estaba con una de esas de plástico.
Sin duda, lo mejor de ser rico es la risa. La gente dice tantas cosas divertidas cuando habla contigo que me paso el día riendo. Ven mi ferrari y me dicen que debe chupar que no veas, ven mi casa y me dicen que debe costar de limpiar, ven a mi secretaria y me dicen que debe chupar que no veas... Y así, un festival del humor.
Y hablando de cosas divertidas. Aunque no os lo creais aún hay gente que opina que lo importante es el interior o la salud. Tan cruel es el cerebro humano que ha convencido a algunos de que eso es verdad. Yo para demostrar que se equivocan me he forrado el interior en oro y me he comprado una salud mejor, será por dinero...
Pd: Esta reflexión no contiene trazas de realidad. Ninguna pizza barbacoa ha sufrido daño alguno en esta investigación.
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