Las juntas de vecinos y yo
- jramonvera
- 25 abr 2018
- 4 Min. de lectura

Hoy me hubiera gustado exponer mi simposium sobre la apertura de Gambito de Dama (pros y contras) pero a pesar de lo excitante del tema, creo que aún no debo amamantaros en el dulce nectar del ajedrez hasta que no estéis mínimamente preparados. Por eso hoy vengo a hablaros de otro tema mucho más incivilizado que matar a Reyes y Reinas. Sí amiguitos, lo habéis adivinado, hoy voy a hablaros de LAS REUNIONES DE VECINOS, la más sangrienta y voraz de las batallas que ha dirimido el hombre, peor incluso que las que generan las abuelas que se cuelan en el super.
Tirando de hemeroteca descubrimos que ya en la segunda glaciación el homo sapiens empezó a vivir en comunidad. Todo parecía muy guay. Sin embargo en la tercera glaciación ya hubo un vecino que se quejó que tenía humedades en su cueva y que tenían que hacer una derrama. De aquellas obra nació la Costa del Sol y parte de África. Para conmemorar ese evento, cada vez que hay reunión de vecinos, el hombre vuelve a su condición de homo sapiens.
Mi equipo de investigación y yo nos sumergimos en una de estas calderas del infierno llamadas comunidad de vecinos buscando claramente el Pulitzer, sino de qué... Lo primero que hay que hacer es quitarse de la cabeza ideas preconcebidas de series malas o películas de Alex de la Iglesia. La realidad supera siempre a la ficción.
Llega un momento en la vida de todo adulto en el que vienen 2 personas a tu casa, después de una reunión a la que no has asistido, para entregarte una cajita y una libreta. Solo esperas que dentro de la caja esté la cabeza de la novia de Brad Pitt (si no habéis visto Seven no sabréis de que hablo), pero no. Dentro de la caja hay llaves, algo de suelto y un montón de papeles. Te toca ser presidente de la escalera. Eres el sacrificio humano que hacen tus vecinos a los dioses para tratar de tener un año de tranquilidad, prosperidad y buena cosecha, pero sobretodo para que el del ático no tenga goteras.
Tener poder, en casi todas las circunstancias, esta bien. Pero en esto no. Para los de ciencias solo diré que la palabra depresión es la acción de "estar DE PRESI(dente)".
Desde el minuto cero después de que te obliguen a aceptar la caja se funden todas las luces de la escalera, se jode la puerta del parking, tienes que llamar a la cuba por un tema de los bajantes y tienes a 4 o 5 vecinos haciendo cola en la puerta de tu casa para preguntarte qué es de lo suyo. A Dios, el mismo que se ríe de ti cuando vas a la playa, le parece graciosísimo verte de presidente.
Cuando llevas solo 5 semanas en el cargo hay que hacer una junta extraordinaria. Se ha jodido la antena y tu vecina del 1°-2° no solo no ve telecinco sino que te lo dice cada vez que te ve. Haces la convocatoria esperando que los 32 propietarios del edificio llenen los 2 metros cuadrados de portal pero la realidad es que bajan 6. ¡Ojo! un número tan pequeño de personas, no caníbales y en teoría civilizadas, no implica que el espectáculo sea menos dantesco y lamentable. Esto es lo que te vas a encontrar:
EL INVISIBLE: EL 90 % de los vecinos no van a las reuniones. Eso es así. Se hacen los muertos en sus casas. Solo cuando les toca ser presidentes se dignan a asistir. Gracias a su desinterés las reuniones duran una hora y no tres.
EL QUE NO SE ENTERA DE NADA: en este grupo estamos las viudas que a los 75 años empiezan a asistir a dichas reuniones, los jovenes que se acaban de independizar y tratan de hacer cosas de adultos y yo. Nuestras preguntas son imprescindibles para que la gente que hace ver que sí se entera, se entere. De nada. Nos reconoceréis porque al principio, cuando han bajado pocos vecinos, y al final, siempre estamos haciendo preguntas al gestor (si lo hubiera) o al presidente.
EL CABREADO: siempre hay un señor mayor con bigote que está indignado. Es la oposición. Nada le parece bien, todo es caro y como su mujer es la que lo hace no cree necesario pagar a alguien para que limpie la escalera.
EL ODIADO: Se distingue por no ser pensionistas, no tener hijos y tener buenos trabajos. Bueno... Dicho así es difícil distinguirlo. Si vais a una reunión es el que dice que habría que pintar la escalera (cuando siempre puede aguantar un año más sin pintar), pone extintores (cuando llevas 30 años viviendo allí y jamás ha habido un incendio) o pagar un poquito más para que haya remanente para las futuras reparaciones del ascensor. Es verdad que en frío, ya en tu casa, o bajando entre las llamas en un incendio piensas que puede tener razón, pero cada vez que abren la boca te cuesta dinero. Lo cierto es que sin ellos vivirías casi en la indigencia.
EL DEL PERRO: siempre hay un vecino que ha pasado de la reunión y que no se le ocurre otra cosa que sacar al puto can (nota mental: hablar otro día de la dictadura de los perros) mientras el resto estáis construyendo un mundo mejor. La cara del perro nunca refleja culpa o arrepentimiento, así que la del dueño menos.
EL GESTOR (si lo hubiera): deben cobrar una pasta porque sino no me explico que coño hacen ahí aguantando los gritos del cabreado, apuntando las ideas del odiado y explicando a los que no se enteran todas las cuentas como si fueran (que lo somos) tontos.
Lo bueno de estas reuniones es que nadie gana. Todos se van cabreados. Tu año de presidente dura 17 años, 6 meses y 21 días diga lo que diga el calendario real. Por suerte tanto trabajo y dolores de cabeza tiene su recompensa cuando picas al siguiente vecino con una cajita y una libreta. ¿Sabéis cuando estáis aparcando y alguien te pregunta si te vas y tu le dices que no? ¿Sabéis la felicidad que se siente en ese momento? Pues es muy parecida. Merece la pena ser presidente solo por eso.
PD: esta reflexión puede contener trazas de realidad. Ningún hombre con perro ha sufrido daño en el transcurso de esta investigación.
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