Los camareros malos y yo
- jramonvera
- 30 abr 2018
- 4 Min. de lectura
Bienvenidos al viernes. Como todos vosotros sabréis hoy hace 11 años que murió en violonchelista Rostropóvich, el músico total. Sin duda, el Nacho Cano ruso. Por respeto a él y a su sonido inconfundible soy incapaz de hablaros hoy de música y aplazo mi soliloquio, premiado en los Music Toston Salmorejo speach Awards (los Oscar de los soliloquios musicales), "Si Mozart fuese milenial ¿haría Reguetón y cantaría con Pitbull?". Para no dejar este espacio en blanco hablaré sobre esa figura que reparte felicidad en forma de tus más preciados deseos ¿Papa Noel? No amiguitos. Hoy voy a hablaros de los CAMAREROS, esos seres que ponen la cerveza a los hombres y las cocacolas a las mujeres obviando lo que haya pedido cada uno.
Fue en el tercer día de la creación, mientras Dios moldeaba con sus propias manos los garbanzos que aún hoy nos ponen en las barrechas de frutos secos, y viendo que se le echaba el tiempo encima, quiso adelantar faena para no tener que trabajar el domingo. Se le ocurrió la idea de mandar a una serpiente que le llevara una manzana golden a Eva. Desde ese día el hombre siempre ha necesitado que otros le traigan comida y bebida. Ahí surge la figura del camarero.
Generalizando mucho podríamos decir que hay dos tipos de camareros. Está el bueno, el que es ágil física y mentalmente, y el malo, que también es ágil pero sin acento. está agil-ipollao. Es fácil distinguirles y de hecho ahora os explicaré la forma de hacerlo, pero por si no queréis seguir leyendo diría que podéis distinguirlos por cómo pronuncian las tapas. Si dicen cocreta y almondiga estás perdido.
El buen camarero, el ágil, te atiende en décimas de segundo. No cuenta chistes mientras le pides. Te pone una tapita sin pedirla y reparte perfectamente las bebidas, acordándose de lo que ha pedido cada uno. Y a la hora de pagar lo tiene todo anotado y controlado. No te pide propina pero se la dejas. Obviamente no he venido hoy a hablar aquí de los camareros buenos. Sería muy aburrido.
El camarero malo tiene más historia. Para empezar, huele a una mezcla de fritanga, Varón Dandy y tabaco, cosa que ya de por sí es bastante desagradable. Te llama jefe pero es él el que hace lo que le viene en gana. Canturrea mientras trabaja para que todo el mundo sepa que está contento (o que ha follado) y para joderte el almuerzo. Es, por decirlo de algún modo, el precio que tienes que pagar por tomar café.
Te sientas en el bar y te pasas medio Marca esperando que te tomen nota. Para él eres un cliente invisible. Solo te atenderá si eres una chica joven o si picas a la barra con una monedita, y en ese caso es muy posible que escupa en tu café o tu caña. Al final viene y tratas de pedirle mientras él intenta hacer contacto visual para contarte un chiste o hablar de fútbol, pero no le das pie. Has esquivado esa bala... Por ahora. Le pides lo que sea de comer, es igual el qué, y no le queda. Nunca le queda. En ese caso sabrás que también es él el que te preparará el bocadillo, y es muy posible que como pidas algo muy elavorado, también escupa dentro. Bueno, un bocata de lomo con queso parece que no le da mucha pereza hacerlo, así que lo pides... sabiendo que tu seguro cubre la salmonela, el tifus y los virus probocados por los estreptococos anaerobios que debe haber por su cocina, pero no se ha escrito nada sobre los cobardes.
Cuando has acabado tu grasiento bocadillo pides tu cortado descafeinado de máquina con leche desnatada y azucar moreno. Cuando has acabado de redactar el café él te hace entender que solo ha apuntado la palabra cortado, así que vuelves a repetir... Y así 4 veces. Por la noche, en tu cama, con los ojos como platos, te das cuenta que se ha pasado el "descafeinado" por el forro de los cojones. Puede ser peor, creeme, ya que si le pides un americano con hielo te pone un solo cubito con lo cual te queda un café del tiempo, como en los mejores chiringuitos de nuestras costas.
Hora de pagar. El agil-ipollao espera propina porque te ha contado finalmente un chiste. Por supuesto, de mal gusto. Ya no has podido evitar más balas. Ves en su cara la necesidad de propina... Pero, de repente te dice que el bocata, el café y la caña son 12 euros. ¡¡Se está cobrando por su cuenta la propina el hijo de la gran puta!!! ¿A cómo va el complemento de escupitajo del bocata y del café? ¿cuánto vale el kilo de chiste racista? Cagándote en todo, con olor a fritanga en el alma y la camisa, ardor de estómago y un cabreo del copón, le das 15 euros.
No tiene cambio.
Le regalas los 3 euros de propina.
Tu dignidad se tira a las vías de un tren.
La úlcera provocada por el lomo con queso te perseguirá el resto de tu vida.
No pueden sedarte porque el café "descafeinado" no te deja caer en los brazos de morfeo ni con las drogas.
Mueres entre dolores. Sin dignidad y sin 15 euros.
PD: esta reflexión puede contener trazas de realidad. Ningún estreptococo anaerobio ha sufrido daño alguno en el transcurso de la investigación.
PD2: no dejemos que la justicia o la política nos quite el sentido del humor. Si lo hacen habrán ganado ellos.
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