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Los vagos y yo

  • Foto del escritor: jramonvera
    jramonvera
  • 28 sept 2018
  • 4 Min. de lectura

Hoy venía dispuesto a hablar sobre las obras maestras de la zarzuela, el género lírico por excelencia y que tantas pasiones levanta en todos los metros cuadrados de la península, pero después me acordé que aún estoy con el síndrome post-vacacional y me vine abajo, ya no me apetece hablar de "La verbena de la Paloma". Lo siento por los fans de esta obra clásica (los conocidos como Verbeners). Así que hoy os hablaré de la mejor actividad humana pese a su desuso en estos últimos años años. Para desgracia, los seres vivos creemos que debemos hacer muchas cosas para pasarlo bien. Eso es un error. Así que sí amiguitos, hoy os voy a hablar de HACER EL VAGO. Iba a usar el término "hacer el perro" pero temo que todos los amigos de los canes se me lancen a la yugular. Escribo esto desde una cafetería de un paseo marítimo cualquiera, apurando mi americano con mucho hielo, mientras veo como otros desaprovechan su vida yendo a la playa. Sus vidas me dan pena porque no han entendido el verdadero sentido de la vida, que no es otro que no hacer nada. Yo antes era como ellos, un tonto que cree que por llevar a los hijos a una piscina es mejor padre y que piensa que la felicidad está, entre otras cosas, en ir a sitios tan atroces como puede ser la naturaleza o en fastidiarse la siesta del domingo por ir con la descendencia a un concierto de los Cantajuegos. Pero vi la luz. Me encomendaron un estudio socio-antropológico sobre los vagos y decidí que, al igual que Diane Fossey con los gorilas, debía actuar como ellos para que me aceptaran en su clan y así poder estudiarles bien. Observación participante lo llaman. Pues bien, una vez conocí sus rituales y su forma de vida me sentí tan extrañamente atrapado por su cultura que ni quise ni pude salir de allí. Diane Fossey, si estás leyendo esto, no vengas a salvarme. Soy feliz. Al lío. Fueron los judios, los que vagaron por el desierto durante 40 años, los primeros que vieron que hacer cosas era una mierda y que era mejor mandar la tierra prometida a tomar por culo y estirarse en un oasis a envejecer y engordar. Lo malo es que en aquella época pensar diferente a JC, Moisés o cualquiera de los de la pandi estaba mal visto y todos se callaban... Total, caminar cinco años más o cinco años menos... Ya no les venía de aquí. Reconocer a un vago es fácil. Solo tienes que fijarte en alguien que no se mueva. Si ves que sufre, no es un vago. Si lo ves sonreír... tampoco. Un vago es aquel que aún haciendo lo que más le gusta, hacer el gandul, no es capaz de transmitir nada, solo sosiego y sueño a través de la quietud. Es posible que a lo largo de vuestra vida encontréis a alguien (un amigo, un primo, tu pareja, etc) que no pare de sugeriros hacer cosas: ir a Portaventura, de marcha, a un cumple, a un museo, al concierto de U2 (los Hombres G irlandeses), a cursos de papiroflexia, etc. Pues bien, debéis huir de estas personas. No son sanas para ti y ni siquiera existe un certificado que confirme que están cuerdas. Debéis rodearos de personas que si te encuentran incrustado en el sofá viendo reposiciones de Oliver y Benji empiecen a aplaudir, se quiten el sombrero y se vayan por donde han venido. Esa es la gente que te interesa. Hacer el perro no es solo no hacer nada. Eso puede hacerlo cualquiera. Liberto Rabal o Ruth Gabriel llevan tiempo sin trabajar y no por eso se los puede tildar de vagos... Ojo, que pueden que lo sean, pero en principio no actuan (o lo que se supone que hagan) por ser muy malos actores, no por miedo a moverse. Hacer el vago es un estado mental, casi tántrico. Al decir tántrico igual os viene a la mente Paquirrín o cualquier otro ser viviente de MYHYV, pero tampoco me refiero a ellos porque a estos les gusta salir de fiesta y hacer bolos (o lo que se supone que hagan) en discotecas. Hacer el vago es no hacer absolutamente nada... Y cuando digo no hacer nada me refiero a no hacer nada en plan homeopatía. Solo puedes rascarte, comer calorías o ver la tele. Se te permite pelártela de vez en cuando siempre que no te limpies después. Ese es el nivel exigido por la diosa Pereza. No digo que hacer el vago 24 horas al día, 7 días por semana, sea bueno. Ni siquiera pienso que sea sano, por muy vegano que uno sea (aunque no suele verse estirada en la cama a una persona a las 11 de la mañana de un martes, con la mesita llena de restos de brócoli, tofu o batidos de algas). Simplemente creo que de tanto en tanto se debería poder dar rienda suelta a tus instintos más primarios para dejar de hacer cosas. A los funcionarios burócratas, durante años, les ha ido de coña hacerse los muertos en el trabajo, eso es así. Pues eso, reivindico el poder estar taciturno, en estado casi comatoso, en lugar de tener que ir por cojones a pasármelo bien a centros comerciales, parques o sitios donde hay niños, perros, adolescentes o personas con opinión política y ganas de decirla. Merezco mi estado comatoso y lucharía a muerte por él si no fuera tan... activo... luchar a muerte. Hoy día estigmatizamos a los vagos tildándolos de guarros o enfermos, como si fuera malo dormir muchas horas o como si ducharte lo mínimo imprescindible estuviera mal. La culpa es de las pelis que solo filman lo que les interesa. Si grabaran a James Bond o Indiana Jones volviendo a casa después de salvar el mundo, verían como se estiran en el sofá, se ponen su mantita encima, se hinchan a gusanitos y ven Velvet como hacemos todos. Pero esa parte no interesa, no "vende"... Y así estáis todos de pesados con hacer cosas, con salir a la calle o peor, con ser runners. Desde este espacio que me doy a mí mismo quiero volver a reivindicar las horas, por convenio, necesarias de no hacer nada. De jugar a que el primero que se mueva, pierde. De respirar lo justo para sobrevivir y poco más. Merecemos vivir una vida plácida, pragmática y contemplativa. Efectivamente, todos merecemos unas semanas en la casa de Gran Hermano. Luchemos por ello.


 
 
 

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