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El fútbol y yo

  • Foto del escritor: jramonvera
    jramonvera
  • 16 mar 2019
  • 5 Min. de lectura

Hoy es el día... el día en el que quería hablar sobre política, religión y sentimientos y en el que nada ni nadie me lo va a impedir. Sí amiguitos, hoy voy a hablar del FÚTBOL, ese palabro tan difícil de pronunciar para los mismos futbolistas y cuyo significado en la RAE dice así: el baloncesto de los borregos.

Hoy haremos muchos amigos.

Fueron los de la pérfida albión los primeros en jugar a esto y, por ende, decidir que para que les cuadrara y quedara chulo, "fut" iba a referirse al pie y "bol" a la pelota. Esto es lo más científico que vamos a encontrar a este deporte, a partir a ahora todo irá a peor. Ha llovido mucho desde entonces (viniendo de Gran Bretaña es normal) y poco ha cambiado la cosa. Hoy día aún seguimos trabajando ese concepto, el del pie y la pelota. Las mismas reglas de siempre, aunque con un Var... pero un Var de los malos, de los de con V, de los de no poder tomarte un café.

Pero antes de continuar quiero dejar bien clara una cosa. A mí me gusta el fútbol, de hecho soy uno de los 7000 mejores defensas cuarentones de más de 100 kilos con barba, cicatriz en la frente, calvo, diestro y con un gemelo que hay en esta latitud-longitud. Libros enteros se podrían llenar de mis proezas balonpédicas y sobre mi clase y elegancia sin parangón, pero nadie ha querido escribir nunca esos libros. Cosas de la envidia. Sé todo lo que hay que saber acerca de este deporte y me enorgullezco de eso: la alineación del Brasil del 94, todos los equipos por los que ha pasado Villarroya o la regla del fuera de juego. Además he hecho tesis sobre el juego de Muñequito Gallardo, Murciélago Rojas, Burrito Ortega, Paquete Higuera o Piojo López. Se tanto de fútbol que no entiendo nada sobre él.

El fútbol consiste en meter una pelota en la portería contrario usando todas las partes del cuerpo a excepción de brazos y manos mientras te ven 30 millones de personas y tres árbitros. Puede parecer fácil, pero no lo es. Pensad que muchos de esos futbolistas no dan para más y no tienen la ESO acabada (¡ni siquiera con la LOMCE!). Solo saben darle patadas a un balón, hacerse tatuajes, peinarse a la moda, tirarse a bellas señoritas y defraudar a hacienda. Cuenta la leyenda que un jugador de primera división acabó arquitectura pero que murió atropellado, "casualmente", por un Ferrari descapotable de un compañero suyo, brasileño y analfabeto, que estuvo de moda una vez. Otra cosa que se debe saber de los futbolistas es que son todos heterosexuales. Este dato no sería importante si ellos no le dieran tanta importancia. Ninguno saldrá próximamente del armario mientras esté en activo. Los futbolistas y los toreros son muy hombres todos y todos sabemos que solo se puede jugar al fútbol si te gustan las mujeres, de lo contrario el mundo podría explotar.

En este país hay una regla. Si dices que te gusta el deporte, quieres decir que te gusta el fútbol, mientras que si dices que te gusta el fútbol lo que quieres decir realmente es que te gusta el Madrid o el Barça. He sido camarero, creedme, esto es así. Reducir todo a Madrid-Barça es genial porque en seguida sabes quienes son los buenos y quien los malos. Si en la guerra entre indios y vaqueros hubiera 18 grupos étnicos más sería un caos, pero con esta dualidad no. Hasta hace poco, si eras prepotente eras del Madrid y si eras un llorón, del Barça... Pero esto ha cambiado. Ahora ambos son las dos cosas. Además, ser del Madrid implica por parte de los catalanes, ser un facha, mientras que ser culé es entendido por los madridistas como ser un facha independentista. Tampoco hay términos medios ni grises en el fútbol... O como dicen los que lo inventaron: "neither gray nor gay". No deja de ser curioso que el "mes que un club", que enarbola la bandera del nacionalismo, es el equipo catalán que menos catalanes tiene en su plantilla y cuyo Dios no creo ni que sepa que hay un idioma llamado catalán. El Madrid también tiene lo suyo... Apesta a rancio y no solo por el caciquismo de su presidente. Sus jugadores van perfectamente afeitados y engominados, como los niños bien de toda la vida, lo cual da mucho asquito.

En esto del futbol, hay alguien por encima de todos, al menos desde que Mágico González se retiró. No es otro que Messi, un ente que sin saber leer ha conseguido ser el mejor. Puede haber debate en si alguno es más guapo o más alto, que los hay, pero no en quien es mejor. Que alguno piense que CR7 es superior, o que Benzema o Vinicius están en su nivel, demuestra lo poco que hay que saber de fútbol para poder opinar. Leo Messi se mea a Maradona, a Tabuenka, a Gentile y a Wolfrang Wutke cómo y dónde quiere. Cada deporte tiene su rey: Ryan Fry, como todos sabéis, lo es en el Curling, Petrovic en básquet, Lomu en Rugby y en el fútbol, Messi. Por suerte para los que somos del Madrid, el día de su jubilación está cada día más cerca.

También quiero hablar de la pata coja de esa ecuación llamada fútbol, la parte menos importante pero la más ruidosa, el aficionado. Son los que pagan y consumen el producto, pero a los clubs se la pela. Son los que sienten a su equipo, celebran sus victorias con sexo y lloran y padecen las derrotas... Aunque creo que estos lloros podrían ser por el alcohol, sino no se entiende que estén encantados de gastarse un ojo y un bazo por un asiento o que vayan con bufandas al campo en agosto. Yo debo ser un poco robot porque gustándome el fútbol jamás he sentido la necesidad de cantar un gol... Pero claro, los científicos solemos ser fríos y vemos las cosas con perspectiva y distancia para poder analizarlo todo.

Por último, debo hablar del fútbol en si mismo. De la esencia verdadera, lo que hace que a todos nos guste el deporte que practicó Spasic, Prosinecky, el pato Sosa o Faubert... y es que todos lo practicamos de niños. Eran otros tiempos, eso sí. Ponías dos chaquetas de portería, al gordo de portero y a jugar. No valían caquis ni trallazos y penalty-gol... era gol. Si no había niños gordos se rotaba en la portería, el dueño de la pelota era Dios y elegía quien jugaba y en qué equipo, quien la tiraba fuera iba a por ella, valía portero delantero y, sobretodo, si alguno le daba con el balón a alguien, o algo, había estampida para que no te relacionasen con el incidente. Eran otros tiempos, sí... se podía jugar al fútbol sin tener un peinado moderno y sin la camiseta de tu equipo. Solo había que saber que a los adultos había que esquivarlos, no como ahora. Solo necesitabas una pelota, un par de amigos con chaquetas y algún gordo.


 
 
 

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