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La semana santa y yo

  • Foto del escritor: jramonvera
    jramonvera
  • 27 abr 2019
  • 5 Min. de lectura

Hoy quisiera aclarar lo que se viene diciendo sobre mí y mi adicción a la leche entera. Pues bien, es verdad que consumo de tanto en tanto, pero creedme cuando os aseguro que lo controlo. Ya sé que lo sano es leche desnatada, leche de almendras o leche sin lactosa pero, de vez en cuando, un buen trago de leche entera no creo que me convierta en un monstruo. Dejad de juzgarme como si fueráis mejor que yo. Dicho esto, hoy quiero hablar sobre ese breve espacio de tiempo en el queremos hacer tantas cosas que nuestras neuronas acaban muriendo. Sí amiguitos, hoy quiero hablar sobre la SEMANA SANTA, los 7 días que nos ha dado la religión católica para que podamos pintar en casa o abarrotar los aeropuertos. Gracias una vez más, JC. Fue hace 1986 años, aproximadamente, que murió Jesús a la temprana edad de 33 años. Fue un viernes y resucitó un domingo... Lo que en términos no bíblicos sería tener demasiada edad para salir de cena con 12 amigotes un jueves por la noche, írsete la mano convirtiendo el agua en vino y creer morir al día siguiente, de la resaca. Meterte a morir en paz dos días a tu habitación y el domingo, como Lázaro, poder levantarse y andar por fin. Pues bien, eso es lo que se celebra y para ello nos ponemos tibios de potaje de vigilia y buñuelos de bacalao. Pero ojo, en semana santa no todo es tan bonito como morir crucificado o escuchar una tamborilada en Hellín con 20.000 tambores replicando toda ls puta noche... No, también hay cosas malas... Y no, no me refiero a reponer las películas de Charlton Heston hasta que te den ganas de ponerte una corona de espinas para dejar de sufrir. Mi equipo de investigación y yo nos hemos puesto nuestro disfraces de nazareno y nos hemos liado a investigar todos los pormenores de estas fiestas. Lo primero que debéis saber de la semana santa es que nadie sabe cuando es. Se supone que hay que contar nosecuantos días desde el carnaval y hay que hacer nodequé con la cuaresma... O algo así. Total, que cada año cambia de fechas y de clima. En cuanto averiguas cuando es te vienen las prisas por reservar vuelos, viajes, hoteles, etc porque sería inconcebible quedarte en casa tumbado con un goteo en vena constante de torrijas. Llegas tarde a todo, así que decides irte al pueblo. Gran idea que solo se le ha ocurrido a 23 millones de españoles con sus 23 millones de respectivos coches. Un día de carretera para ir y otro para volver para hacer 300 km. Lo bueno es que mientras haces tus horas de tráfico, aguantando como un buen costalero a ver si puedes avanzar 2 metros, te acuerdas de Dios (y seguramente de la última bacanada de aire de sus 27000 muertos ), y eso es muy bonito y muy de semana santa. Llegas al pueblo deseando irte de tapas pero el destino tiene algo diferente planeado para ti. Toca ir a ver procesiones. Las procesiones son preciosas y nunca, nunca, nunca son extremadamente repetitivas. Cada vez que recuerdo como 3000 encapuchados del ku klux klan pasean a un judio de madera se me saltan las lágrimas de la emoción. Si tienes suerte, y es una buena procesión, puedes ver a gente andando de rodillas o flagelándosé hasta verter rios de sangre por la espalda ¡Y lo mejor es que pueden ir los niños!!! No pueden ver tetas en la tele pero semejante espectáculo sí, ¡gran país este! En mitad de la procesión algunos espontaneos se ponen a cantar saetas. Estas son bellísimas y dignas de escuchar... Los primeros tres minutos, después ya cansa. De pequeño, mi abuela me llevó varias veces a ver procesiones. A parte de miedo y desidia, sufría impaciencia. Nunca se acababan. Yo le preguntaba "¿Podemos irnos, abuela? " y ella respondía que cuando acabara... ¡Y eso implicaba esperar a los que pasaban procesionando de rodillas! Joder... ¡Parecía como si todo el klan fueran detrás de unos ciclistas! Creo que ahí les empecé a coger manía a las procesiones, aunque no podría asegurarlo. Las procesiones, como las navidades, el rocío o Juego de tronos, hay que sentirlas para que sean soportables. Los científicos, como yo, no podemos entenderlas pero hay mucha gente que la vive con pasión (chiste muy sutil). A mucha de esa gente le gusta caminar un huevo de kilómetros, descalzo, cargando un cristo o una virgen aderezada con cómodos y livianos adornos de oro y hierro. Mucha gente llora si llueve y su cofradía no pueden sacar a su becerro dorado a pasear. Muchas personas viven todo el año, ensayando, para poder aguantar, sobre sus cabezas, el peso (físico) de su devoción religiosa. Yo podría entenderles si pasearan torrijas gigantes pero no, sus prioridades son ser otras. Por supuesto toda esa gente son tan superdevotos que van a misa cada domingo a ver a su cristo crucificado, ponen una X en la casilla de la iglesia en la declaración de hacienda y nunca insultan a las madres de nadie cuando van al fútbol. Si no te vas de procesiones, lo normal es que aproveches para pintar o hacer chapucillas en casa. Yo podría entenderlo si dieran torrijas por cada cosa arreglada, pero no, las motivaciones de esta gente deben ser también otras. Todo los españoles que no están en las retenciones o en las procesiones están en Ikea o en otros centros comerciales, y seguro que comen carne y todo. Es muy desconcertante ver la capacidad de la gente para el bricolaje y para ir a centros comerciales y que yo, un humano íbero como ellos, no la tenga. La culpa debe ser de cuando mis padres me abandonaron en la selva, donde me encontraron unos lobos simpatiquísimos pero que me educaron alejándome de la costumbres sociales (humanas) imperantes en esta latitud-longitud. Podría acabar hablando de la mona de Pascua, el Frankestein de los postres. A ver, dijo un listo pastelero, tenemos harina, huevos, chocolate, plumas, muñequitos de plástico y mini peluches de pollitos... O le hacemos un disfraz a Johny Deep para su nueva peli o montamos un pastel y a ver que sale... Y si sale bien lo vendemos al mismo precio que un Ford Fiesta. Y así fue como los pasteleros empezaron a poder comprarse mansiones de oro y brillantes en Beverly Hills a partir de los ahorros, los ojos y los riñones de los padrinos. PD: El que no va a resucitar nunca porque no le vamos a dejar morir es Roger Wilson, autor del dibujo... Aunque no descarto sacarlo en procesión cada viernes. PD2: Esta reflexión puede contener trazas de realidad. Jonhy Deep no ha sufrido daño alguno en el transcurso de esta investigación aunque se fue muy triste cuando le dijeron que no podía disfrazarse con las plumas y los muñequitos de plástico. Lloró mucho... Y Tim Burton más, que ya había hecho el guión de esa peli.


 
 
 

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